Espontáneamente, a las veintidós horas del veinticinco de mayo de 1939 el antiguo cofrade Francisco Arenas Padilla (el popular Tonelete), reunió en la casa número 46 de la calle Veracruz a los antiguos hermanos. Acordaron reorganizar la Hermandad del Cristo de la Salud, que había casi desaparecido durante unos tres años y, contratar con un escultor una imagen nueva del Cristo de la Salud: para ello fijaron una cuota extraordinaria de unos 15 pesetas para iniciar las gestiones. No duró mucho la reunión ya que a las diez de la noche ya había finalizado la sesión.
Los ocho miembros de esta nueva comisión gestora se lanzaron a la calle y comenzaron a inscribir a los nuevos hermanos incorporándose también otros muchos que se habían despegado durante el paréntesis de la guerra civil. Reorganizaron toda la estructura de la hermandad, nombrando secretario a José Serrano Ramírez y recorrieron con los demandantes muchos cortijos y los lugares más remotos y callejas de la comarca alcalaína. También, desarrollaron muchos contactos de los que recibieron el apoyo económico de esta nueva cuota extraordinaria.
Habiendo mantenido conversaciones con miembros de otras cofradías, entre ellas la patronal de la Virgen de las Mercedes, consideraron oportuno entrevistarse con José Gabriel Martín Simón, por 3650 pesetas. Firmaron el contrato de la imagen y le sugirieron que se adaptara al modelo iconográfico de la antigua imagen del Cristo de la Salud de Alcalá la Real. Y nos dijeron algunos de los supervivientes de aquel momento histórico que “al no poderla ejecutar de acuerdo con esta tipología por no existir testimonios gráficos y tan solo conservarse algunas litografías –por cierto las de este tiempo, muy alejadas de la original– el célebre escultor se inclinó por una tipología, muy querida por sus preferencias, los Cristos crucificados de la familia de los Mora, que tallaba a encargo de otras muchas cofradías granadinas. Su prototipo fue el Cristo de la Misericordia de la iglesia de San José, representado en el momento final de la muerte de Jesús de Jesús, cuando ya ha exhalado el último aliento y parece como si se dirigiera al orante en un diálogo intenso de amor”.
Contaban nuestros antepasados que hicieron muchas visitas a su taller diversos miembros de la Junta Directiva en el coche conducido por Antonio Aguayo Urbano. Cada vez que conversaban los cofrades alcalaínos en el taller de la plaza de Cuchilleros se mostraban más satisfechos de la nueva obra, por cierto diferente a la anterior, pero más clásica, más esbelta y de mayor tamaño, y, sobre todo, de gran devoción. Añadían que no le agradaba mucho al autor la cruz lisa, sino que prefería otra simulando a un tronco de árbol y por razones económicas de tallado no se ejecutó.
Descripción de la Imagen
La obra se sujeta al patrón de las tallas policromadas de los Crucificados de la posguerra que imitaron a los de la escuela granadina, en este caso al Cristo de la Misericordia de José de Mora, sito en la iglesia de San José del Albaicín granadino. Concuerda con este escultor barroco y con Risueño en la disposición de su estirado cuerpo, muy ajustado a su anatomía corporal; la rigidez de su brazos, con un pequeño efecto visual desproporcionado y el despliegue total de sus manos con todos sus dedos abiertos forman una perfecto triángulo con el travesaño de la cruz; ésta, de forma cuadrada y completamente lisa, se cambió por la anterior arbórea y afectó también en la austeridad con el nuevo INRI liso sin pliegues en los laterales; la cabeza rompe la simetría de la composición, ya que se inclina hacia la derecha en un movimiento mimético y una expresión sosegada dejando abierta la boca como si se hubiera quedado musitando la última palabra antes de sufrir la lanzada del centurión y a espera la súplica de la piedad popular; denota paz y sosiego en la baja mirada y sus párpados cerrados; la anatomía de su cuerpo, a pesar de ser abocetada, es estilizada y se distingue todas las partes del tronco desde el tórax al bajo vientre que se cubre apenas con una parte del perizoma distinguiéndose el cordel de sujeción y un blando dibujo de curvas suaves predominan en el modelado de su costado y arco supraventricular. La cabellera, la barba y bigote completamente lisos aumentan el carácter cadavérico de la imagen que se intensifica con el nacarado policromado que contrasta, en medio de una enorme plasticidad, con los surcos y mechones compactos del vello cabelludo que caen sobre la espalda y sobre el hombro derecho; tampoco, tiene corona labrada sino que se le adosa una sencilla de espinos de la tierra elaborada artesanalmente.
Contrasta su rostro con su anatomía, patetismo y delicadeza en medio de la serenidad devocional simplemente remarcada por el reguero de sangre que brota de su costado abierto. Recoge la inversión de la colocación de las piernas, muy de Mora, porque la pierna derecha se sobrepone a la izquierda para quedar fijada con un clavo que las atraviesa rasgando la piel entre regueros de sangre que se amoratan en la zona de las rodillas No obstante, la influencia de los Cristos de Pedro de Mena también es importante, porque, a diferencia de la obra de José de Mora, las manos se abren totalmente para recibir los clavos de donde penden regueros de sangre; el perizoma está tallado con una gran virtuosidad de sus delicados pliegues blancos cargando sobre la pierna derecha y el centro del bajo vientre una gran parte de su ropaje, sin nudo alguno y simplemente con un triple pliegue de la tela, muy artístico y recogido por el cordón de la soga que deja al descubierto por completo toda la pierna izquierda de modo que tan sólo deja entrever la parte del perizoma que viene de cubrir el dorso de la imagen (algunos consideran que este tratamiento procede de la influencia de Alonso Cano de Mena sin olvidar el plegado de Risueño).
Es curiosa su disposición en la imagen alcalaína porque se aparta de muchas imágenes de la Escuela granadina que dejaban la parte de derecha al descubierto en lugar de la izquierda. Todas estas influencias coinciden en la verticalidad del cuerpo que contrasta con la curvatura del Cristo desaparecido. Su desconsolado rostro frunce el entrecejo y se matiza con las prolongadas cejas y finos trazos de la afilada nariz, agudizada con los signos martiriales de los regueros de sangre que penden de la frente y colorean los pómulos.
Llegada a Alcalá del Cristo de la Salud
En agosto de 1940 la obra estaba terminada y el día veintiuno se convocó una junta, a la que acudieron cerca de treinta hermanos. Se planificaron los preparativos para traer desde la plaza de Cuchilleros la imagen en la camioneta Chevrolet, que pertenecía a la antigua fábrica de Domingo Sánchez Velasco y el chofer sería Antonio Aguayo Urbano.
El dos de septiembre, primer sábado de mes, por la mañana temprano acudieron a Granada el chofer acompañado de Domingo Sánchez Velasco y Francisco Huelte Granada y, tras la comida y el saldo de las cuentas (por cierto quedó incompleto con un débito de 300 pesetas), se embaló con una serie de bastidores, y se trajo la imagen recorriendo la antigua carretera de Granada, hasta llegar al paraje de la Magdalena, y continuar por Llanillo, calle Real, Rosario y placeta de San Juan. Se había anunciado en la ciudad y al atardecer todo el mundo salió de sus casas o se asomaba a las ventanas y balcones, mientras pasaba entre una alfombra de romero y orlado por colgantes que pendían de las casas; los vítores al Cristo de la Salud se multiplicaban por doquier conforme se acercaba a su iglesia y pasaba el último tramo de la calle Rosario al compás del volteo al vuelo de la campana de Diego de Castro. Al entrar a la iglesia , las lágrimas de los antiguos cofrades y de las religiosas de la Madre Carmen Luque humedecieron sus rostros.
Al día siguiente, la imagen fue bendecida por el párroco don Manuel Santiago Álvarez y se instaló en la capilla de Nuestra Señora de la Soledad, donde permaneció durante varios años; a continuación se celebró una solemne función religiosa, en la que destacó el elocuentísimo sermón del párroco. Por la tarde, se empleó un trono del Señor de la Humildad para portar al Cristo, lo que costó mucho trabajo y obligó a que se reforzara con dos horquillas. Por la noche del mismo día salió en procesión portado por unos pocos horquilleros siendo acompañado por una gran concurrencia de fieles, según recogió en un pequeño recuadro el periódico Ideal de 20 de Septiembre del 1940.
A partir de este momento, ante la imagen del Cristo de la Salud se celebraron cultos ininterrumpidamente hasta la actualidad en su fiesta de gloria entorno a la fiesta de la Exaltación de la Cruz, fijando como fecha el Primer Domingo de Septiembre. Con motivo de la reorganización de la Semana Santa de Alcalá la Real, en 1949 la imagen acompañó en la manifestación religiosa de la tarde del Viernes Santo a la de Nuestra Señora de las Angustias. Y lo hizo porque, como manifestamos en una anterior ocasión “De un Cristo nació un símbolo, que captó una imagen que no podía faltar en nuestra Semana Santa. Un milagro que supo captar Martín Simón en aquellos hombres que le pidieron un Cristo por el año 1939, un Cristo de Salvación. Un Cristo de Semana Santa (…) Y, en palabras del arcipreste de aquel año Antonio Camacho Ojeda “Muriendo y perdonando, sale el Santísimo Cristo de la Salud -magnífica escultura de Martín Simón- de su iglesia de San Juan, a las seis de la tarde como salmos de penitencia ardiente los vecinos del populoso barrio de San Juan ofrendan a su Cristo oraciones y saetas don Francisco Arenas Padilla, su hermano mayor, preside el cortejo que, en conjunción de hermandades, va a unirse con sus 112 hermanos a la de Nuestra Señora de las Angustias, para que la vía dolorosa sea recorrida por el Hijo agonizante y la Madre abatida, en esa hora en que el sol se visitó de luto (…) sale de la iglesia san Juan y desciende por la estrecha calle Veracruz, dejando en el aire la señal amorosa de sus brazos sangrantes, cuyas divinas manos nos devolverán la salud y cerrarán las llagas de nuestros pecados”. A partir de 1979, siendo hermano mayor Domingo Murcia Rosales, la imagen del Cristo de la Salud inauguró el Vía Crucis de la Semana Santa recorriendo las partes altas, los arrabales y calles de la Mota. Y se pretendió darle la siguiente simbología de alto contenido religioso: “Los caminos de la Cruz, el Vía Crucis, son estaciones de amor, es un itinerario compasivo, repleto de escalas y peldaños hacia la Resurrección; los caminos del Arrabal forja, cal, piedra desgastada en medio de leyendas de gente humilde. El viacrucis y la vida pasada se entrelazan, mientras la yedra recoge el sublimado y una cadena humana se desgrana en oraciones de misereres, penitencias nazarenas, y, también teas de amor (…Calvario de amor y de pasión, prendado en la oblación y ofrenda colectiva”.
La imagen ha sido restaurada en tres ocasiones: en el año cofrade del hermano mayor Enrique Garnica Martín (1981-1982), se le hicieron labores en la policromía de su talla en los talleres de Antonio Carrillo, tallista y dorador, discípulo del famoso Tejero en la ciudad de Priego; en el año cofrade de Manuel Ramírez Callejas (1996-1997) se llevaron algunos pequeños reparos en el ensamblaje de las piezas de las que se compone la imagen y en su policromado, que fueron llevados a cabo en el taller de Cambil y Trujillo de Guadix. Por último en 2019 siendo Hermano Mayor Antonio Rafael Aranda Vela se restauraba de forma integral en la ciudad de Andújar, por Antonio Custodio López García.